Hay una vieja, vieja historia de un hombre Ilamado Job. Es una de las historias más viejas que se hayan contado. Job es un buen hombre. De hecho, el narrador insiste que Job es el mejor hombre de toda su parte de la tierra. Job era un hombre bueno, pero también era un hombre rico. Tenía tierras y cosechas, tenía animales, tenía sirvientes y tenía una casa llena de hijos. Pero en esta historia, todo se desmorona para Job. Le roban una gran parte de su riqueza. Al resto lo consume el fuego. Y luego, todos sus hijos mueren en un accidente trágico. Y si eso no fuese más dolor de lo que una persona pudiese tolerar, termina con llagas dolorosas por todo el cuerpo. Entonces, lo encontramos sentado sobre las cenizas, llorando por su pérdida. Y con un pedazo de cerámica se rasca la piel para tratar de conseguir algún alivio. Y su mujer le dice: "¿Aún te aferras a tu integridad? !Maldice a Dios y muérete!". Y luego vienen los amigos de Job y se sientan con él y hablan de lo que ha pasado. Y cada uno tiene su opinión acerca del por qué Job está sufriendo así. Entonces, se turnan dando sus respuestas y explicaciones. Porque eso es lo que queremos, ¿no? Cuando sufrimos, queremos respuestas y explicaciones. queremos saber por qué. ¿Por qué les ocurren cosas malas a la gente buena? ¿Es el destino, o casualidad, o mala suerte? ¿Se trata de algún tipo de justicia o castigo divino? ¿O acaso somos peones en alguna clase de apuesta cósmica? Y entonces, ellos dan sus respuestas y explicaciones y Job se defiende. Y ellos dan sus opiniones y Job responde con su punto de vista. Y debaten y discuten y cuestionan y se enfrentan. Y luego, al final, cuando cada uno ha tenido la oportunidad de hablar, Dios habla. Dios habla del torbellino. Y cuando Dios habla, nos enteramos que Dios tiene preguntas para Job. Dios le pregunta a Job: ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus basas? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios? ¿Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba saliéndose de su seno, cuando puse yo nubes por vestidura suya, y por su faja oscuridad, y establecí sobre él mi decreto, le puse puertas y cerrojo, y dije al océano: 'Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas'? Job, ¿has mandado tú a la mañana, en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar, para que ocupe los fines de la tierra, y para que sean sacudidos de ella los impíos? Ella muda luego de aspecto como barro bajo el sello, y viene a estar como vestidura; mas la luz de los impíos es quitada de ellos, y el brazo enaltecido es quebrantado. ¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar y has andado escudriñando el abismo? ¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte, y has visto las puertas de la sombra de muerte? ¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra? Declara si sabes todo esto. ¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, y dónde está el lugar de las tinieblas, para que las lleves a sus límites, y entiendas las sendas de su casa? ¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido, y es grande el número de tus días. ¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve, o has visto el tesoro del granizo, que tengo reservados para el tiempo de angustia, para el día de la guerra y de la batalla? ¿Por qué camino se reparte la luz, y se esparce el viento solano sobre la tierra? ¿Quién repartió conducto al turbión, y camino a los relámpagos y truenos, haciendo llover sobre tierra deshabitada, sobre el desierto, donde no hay hombre, para saciar la tierra desierta e inculta, y para hacer brotar la tierna hierba? ¿Tiene la lluvia padre? ¿O quién engendró las gotas del rocío? ¿De qué vientre salió el hielo? Y la escarcha del cielo, ¿quién la engendró? Las aguas se endurecen a manera de piedra, y se congela la faz del abismo. ¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, o desatarás las ligaduras de Orión? ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, o guiarás a la Osa Mayor con sus hijos? ¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos? ¿Dispondrás tú su potestad en la tierra? ¿Alzarás tú a las nubes tu voz, para que te cubra muchedumbre de aguas? ¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan? ¿Y te dirán ellos: 'Henos aquí'? ¿Quién puso la sabiduría en el corazón? ¿O quién dio al espíritu inteligencia? ¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría? Y los odres de los cielos, ¿quién los hace inclinar, cuando el polvo se ha convertido en dureza, y los terrones se han pegado unos con otros? ¿Cazarás tú la presa para el león? ¿Saciarás el hambre de los leoncillos, cuando están echados en las cuevas, o se están en sus guaridas para acechar? ¿Quién prepara al cuervo su alimento, cuando sus polluelos claman a Dios, y andan errantes por falta de comida? ¿Sabes tú el tiempo en que paren las cabras monteses? ¿O miraste tú las ciervas cuando están pariendo? ¿Contaste tú los meses de su preñez, y sabes el tiempo cuando han de parir? Se encorvan, hacen salir sus hijos, pasan sus dolores. Sus hijos se fortalecen, crecen con el pasto; salen y no vuelven a ellas. ¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras? Al cual yo puse casa en la soledad, y sus moradas en lugares estériles. Se burla de la multitud de la ciudad; no oye las voces del arriero. Lo oculto de los montes es su pasto, y anda buscando toda cosa verde. ¿Querrá el búfalo servirte a ti, o quedar en tu pesebre? ¿Atarás tú al búfalo con coyunda para el surco? ¿Labrará los valles en pos de ti? ¿Confiarás tú en él, por ser grande su fuerza, y le fiarás tu labor? ¿Fiarás de él para que recoja tu semilla, y la junte en tu era? Las alas del avestruz baten con alegría, pero, ¿se pueden comparar a las alas y el plumaje de la cigüeña? Ella en tierra abandona sus huevos, en la arena los deja calentarse. Se olvida de que puede aplastarlos algún pie, o cascarlos una fiera salvaje. Se endurece para con sus hijos, como si no fuesen suyos, no temiendo que su trabajo haya sido en vano; porque le privó Dios la sabiduría, y no le dio inteligencia. Luego que se levanta en alto, se burla del caballo y de su jinete. ¿Diste tú al caballo la fuerza? ¿Vestiste tú su cuello de crines ondulantes? ¿Le intimidarás tú como a langosta? El resoplido de su nariz es formidable. Escarba la tierra, se alegra en su fuerza, sale al encuentro de las armas; hace burla del espanto, y no teme, ni vuelve el rostro delante de la espada. Contra él suenan la aljaba, el hierro de la lanza y de la jabalina; y él con ímpetu y furor escarba la tierra, sin importarle el sonido de la trompeta; antes como que dice entre los clarines: ';Ea!' Y desde lejos huele la batalla, el grito de los capitanes, y el vocerío. ¿Vuela el gavilán por tu sabiduría, y extiende hacia el sur sus alas? ¿Se remonta el águila por tu mandamiento, y pone el alto su nido? Habita y mora en la peña, en la cumbre del peñasco y de la roca. Desde allí acecha la presa; sus ojos observan de muy lejos. Sus polluelos chupan la sangre; y donde hubiera cadáveres, allí está él''. Y Dios se dirigió a Job y le dijo: "¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto". Y Job le respondió a Dios: "He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, más no responderé; aún dos veces, más no volveré a hablar". Queremos respuestas, ¿verdad? Queremos explicaciones. Queremos saber por qué sufrimos. ¿Podría alguien explicarlo? Y hay momentos que lo único sincero, sano y humano que se pueda hacer es gritar tu pregunta y sacudir tu puño y enfurecerse con los cielos y exigir una explicación. Pero la verdadera sabiduría, la que encontramos aquí con Job, la clase que perdura, la que le sustenta a uno a través del sufrimiento, esa clase de sabiduría sabe cuándo hablar y cuándo guardar silencio. Porque tu historia aún no ha llegado a su fin. Aún no se ha dicho la última palabra. Y puede ser que esté ocurriendo mucho más aquí de lo que cualquiera de nosotros se da cuenta. Que sean librados de la necesidad de siempre comprender por qué todo ocurre como ocurre. Que esta libertad les abra a todo tipo de nuevas perspectivas. Y que tengan la sabiduría de saber cuándo decir: "Una vez hablé, más no volveré a hablar".
¿Por qué sufrimos en la tierra?
Hay una vieja, vieja historia de un hombre Ilamado Job. Es una de las historias más viejas que se hayan contado. Job es un buen hombre. De hecho, el narrador insiste que Job es el mejor hombre de toda su parte de la tierra. Job era un hombre bueno, pero también era un hombre rico. Tenía tierras y cosechas, tenía animales, tenía sirvientes y tenía una casa llena de hijos. Pero en esta historia, todo se desmorona para Job. Le roban una gran parte de su riqueza. Al resto lo consume el fuego. Y luego, todos sus hijos mueren en un accidente trágico. Y si eso no fuese más dolor de lo que una persona pudiese tolerar, termina con llagas dolorosas por todo el cuerpo. Entonces, lo encontramos sentado sobre las cenizas, llorando por su pérdida. Y con un pedazo de cerámica se rasca la piel para tratar de conseguir algún alivio. Y su mujer le dice: "¿Aún te aferras a tu integridad? !Maldice a Dios y muérete!". Y luego vienen los amigos de Job y se sientan con él y hablan de lo que ha pasado. Y cada uno tiene su opinión acerca del por qué Job está sufriendo así. Entonces, se turnan dando sus respuestas y explicaciones. Porque eso es lo que queremos, ¿no? Cuando sufrimos, queremos respuestas y explicaciones. queremos saber por qué. ¿Por qué les ocurren cosas malas a la gente buena? ¿Es el destino, o casualidad, o mala suerte? ¿Se trata de algún tipo de justicia o castigo divino? ¿O acaso somos peones en alguna clase de apuesta cósmica? Y entonces, ellos dan sus respuestas y explicaciones y Job se defiende. Y ellos dan sus opiniones y Job responde con su punto de vista. Y debaten y discuten y cuestionan y se enfrentan. Y luego, al final, cuando cada uno ha tenido la oportunidad de hablar, Dios habla. Dios habla del torbellino. Y cuando Dios habla, nos enteramos que Dios tiene preguntas para Job. Dios le pregunta a Job: ¿Quién es ése que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus basas? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios? ¿Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba saliéndose de su seno, cuando puse yo nubes por vestidura suya, y por su faja oscuridad, y establecí sobre él mi decreto, le puse puertas y cerrojo, y dije al océano: 'Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas'? Job, ¿has mandado tú a la mañana, en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar, para que ocupe los fines de la tierra, y para que sean sacudidos de ella los impíos? Ella muda luego de aspecto como barro bajo el sello, y viene a estar como vestidura; mas la luz de los impíos es quitada de ellos, y el brazo enaltecido es quebrantado. ¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar y has andado escudriñando el abismo? ¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte, y has visto las puertas de la sombra de muerte? ¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra? Declara si sabes todo esto. ¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, y dónde está el lugar de las tinieblas, para que las lleves a sus límites, y entiendas las sendas de su casa? ¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido, y es grande el número de tus días. ¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve, o has visto el tesoro del granizo, que tengo reservados para el tiempo de angustia, para el día de la guerra y de la batalla? ¿Por qué camino se reparte la luz, y se esparce el viento solano sobre la tierra? ¿Quién repartió conducto al turbión, y camino a los relámpagos y truenos, haciendo llover sobre tierra deshabitada, sobre el desierto, donde no hay hombre, para saciar la tierra desierta e inculta, y para hacer brotar la tierna hierba? ¿Tiene la lluvia padre? ¿O quién engendró las gotas del rocío? ¿De qué vientre salió el hielo? Y la escarcha del cielo, ¿quién la engendró? Las aguas se endurecen a manera de piedra, y se congela la faz del abismo. ¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, o desatarás las ligaduras de Orión? ¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, o guiarás a la Osa Mayor con sus hijos? ¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos? ¿Dispondrás tú su potestad en la tierra? ¿Alzarás tú a las nubes tu voz, para que te cubra muchedumbre de aguas? ¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan? ¿Y te dirán ellos: 'Henos aquí'? ¿Quién puso la sabiduría en el corazón? ¿O quién dio al espíritu inteligencia? ¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría? Y los odres de los cielos, ¿quién los hace inclinar, cuando el polvo se ha convertido en dureza, y los terrones se han pegado unos con otros? ¿Cazarás tú la presa para el león? ¿Saciarás el hambre de los leoncillos, cuando están echados en las cuevas, o se están en sus guaridas para acechar? ¿Quién prepara al cuervo su alimento, cuando sus polluelos claman a Dios, y andan errantes por falta de comida? ¿Sabes tú el tiempo en que paren las cabras monteses? ¿O miraste tú las ciervas cuando están pariendo? ¿Contaste tú los meses de su preñez, y sabes el tiempo cuando han de parir? Se encorvan, hacen salir sus hijos, pasan sus dolores. Sus hijos se fortalecen, crecen con el pasto; salen y no vuelven a ellas. ¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras? Al cual yo puse casa en la soledad, y sus moradas en lugares estériles. Se burla de la multitud de la ciudad; no oye las voces del arriero. Lo oculto de los montes es su pasto, y anda buscando toda cosa verde. ¿Querrá el búfalo servirte a ti, o quedar en tu pesebre? ¿Atarás tú al búfalo con coyunda para el surco? ¿Labrará los valles en pos de ti? ¿Confiarás tú en él, por ser grande su fuerza, y le fiarás tu labor? ¿Fiarás de él para que recoja tu semilla, y la junte en tu era? Las alas del avestruz baten con alegría, pero, ¿se pueden comparar a las alas y el plumaje de la cigüeña? Ella en tierra abandona sus huevos, en la arena los deja calentarse. Se olvida de que puede aplastarlos algún pie, o cascarlos una fiera salvaje. Se endurece para con sus hijos, como si no fuesen suyos, no temiendo que su trabajo haya sido en vano; porque le privó Dios la sabiduría, y no le dio inteligencia. Luego que se levanta en alto, se burla del caballo y de su jinete. ¿Diste tú al caballo la fuerza? ¿Vestiste tú su cuello de crines ondulantes? ¿Le intimidarás tú como a langosta? El resoplido de su nariz es formidable. Escarba la tierra, se alegra en su fuerza, sale al encuentro de las armas; hace burla del espanto, y no teme, ni vuelve el rostro delante de la espada. Contra él suenan la aljaba, el hierro de la lanza y de la jabalina; y él con ímpetu y furor escarba la tierra, sin importarle el sonido de la trompeta; antes como que dice entre los clarines: ';Ea!' Y desde lejos huele la batalla, el grito de los capitanes, y el vocerío. ¿Vuela el gavilán por tu sabiduría, y extiende hacia el sur sus alas? ¿Se remonta el águila por tu mandamiento, y pone el alto su nido? Habita y mora en la peña, en la cumbre del peñasco y de la roca. Desde allí acecha la presa; sus ojos observan de muy lejos. Sus polluelos chupan la sangre; y donde hubiera cadáveres, allí está él''. Y Dios se dirigió a Job y le dijo: "¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto". Y Job le respondió a Dios: "He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, más no responderé; aún dos veces, más no volveré a hablar". Queremos respuestas, ¿verdad? Queremos explicaciones. Queremos saber por qué sufrimos. ¿Podría alguien explicarlo? Y hay momentos que lo único sincero, sano y humano que se pueda hacer es gritar tu pregunta y sacudir tu puño y enfurecerse con los cielos y exigir una explicación. Pero la verdadera sabiduría, la que encontramos aquí con Job, la clase que perdura, la que le sustenta a uno a través del sufrimiento, esa clase de sabiduría sabe cuándo hablar y cuándo guardar silencio. Porque tu historia aún no ha llegado a su fin. Aún no se ha dicho la última palabra. Y puede ser que esté ocurriendo mucho más aquí de lo que cualquiera de nosotros se da cuenta. Que sean librados de la necesidad de siempre comprender por qué todo ocurre como ocurre. Que esta libertad les abra a todo tipo de nuevas perspectivas. Y que tengan la sabiduría de saber cuándo decir: "Una vez hablé, más no volveré a hablar".