-->

Aprendiendo a valorar lo que hemos recibido


Cuando tenía 22 años, mi abuela me dio una silla. Una silla vieja, chirriante y tapizada cubierta de flores rojas y azules. Y estuve tan agradecido. Era el único mueble que tenía. Amaba esa silla. Leía en esa silla, me quedaba dormido en esa silla, hablaba por teléfono en esa silla. lncluso la llamaba la "silla del poder", porque creía que me volvía poderoso al sentarme en ella, lo cual suena totalmente ridículo ahora, porque está en algún lugar del sótano y ya no me siento en ella tan a menudo. Y cuando mi esposa y yo estábamos recién casados, apenas teníamos dinero. Teníamos un presupuesto muy fijo. Recuerdo muy bien que cuando estábamos con un grupo de gente y alguien decía: "Vamos a comer". Nosotros nos mirábamos como diciendo: "¿Pagarán ellos? Porque si ellos no pagan, no podemos ir. No nos alcanza el dinero". Pero si respetábamos nuestro presupuesto y no teníamos gastos inesperados, entonces podíamos salir a comer una vez al mes. Recuerdo ir al restaurante, pedir una mesa, ordenar algo de comer y saboreábamos cada detalle de la experiencia. Teníamos tanta gratitud por el regalo de salir a comer. Lo cual ahora no es gran cosa. Entonces, a través de los años, hemos acumulado más muebles y más lindos, y hemos comido en algunos lindos restaurantes, pero también es posible perder algo en el camino: la increíble gratitud de esas primeras experiencias, esa conciencia aguda y siempre presente de que todo esto es un regalo. Hablaba con unas personas que acababan de regresar de un viaje al extranjero y no podían dejar de hablar de la gente que conocieron. Gente que nosotros describiríamos como pobre. Pero aún así, estaban sorprendidos por la felicidad y la paz que esta gente tenía. Dijeron que al principio se sentían incómodos, porque nosotros tenemos "tanto" y ellos tienen "tan poco". Pero después de un rato, empezaron a preguntarse si en realidad no eran ellos quienes eran pobres. Dijeron: "Fuimos para brindarles un servicio a ellos, pero regresamos dándonos cuenta de que nosotros recibimos más de lo que dimos". El éxito puede ser peligroso, ¿verdad? Conseguimos todo lo que queríamos sólo para descubrir que ahora nos falta algo que teníamos antes. En el libro de Deuteronomio, el gran profeta Moisés está enseñándoles a los israelitas el camino de Dios. Y un momento dado, les dice: "Cuando estén en sus campos cosechando sus cultivos y se les pase por alto una gavilla, no regresen a buscarla. Déjenla para la viuda, el huérfano y el inmigrante, para que el Señor su Dios bendiga todo el trabajo de sus manos". Entonces, la instrucción es esta. Digamos que son granjeros y tienen un campo y están cosechando sus cultivos, y algo se les pasa por alto en la primera pasada, no regresen a buscarlo. Déjenlo. Dejen ese borde o dejen esa esquina para alguien que realmente lo necesite. Y las instrucciones continúan: "Y cuando estén sacudiendo su olivo, no sacudan las ramas una segunda vez. Dejen las aceitunas que no juntaron en la primera pasada para la viuda, el huérfano y el inmigrante. Y cuando estén cosechando sus uvas no inspeccionen las enredaderas una segunda vez. Dejen las uvas restantes para la viuda, el huérfano y el inmigrante". Ahora, esperen, esperen. Imaginen que son dueños de la viña. lmaginen que ésta es la manera en que se ganan la vida y pasan todo este tiempo cortando y podando y se aseguran de que las uvas estén saludables y que las enredaderas tengan suficiente agua y pasan todo este tiempo preparándose para la cosecha. ¿Y ahora les dicen que cualquier uva que no arranquen en la primera pasada, cualquier cosa que se les pase, deben dejarlo para alguien que no ha hecho el trabajo que hicieron ustedes? Eso no es justo. ¿Por qué alguien que no hizo el trabajo que yo hice puede venir a mi tierra y llevarse mis uvas, mis aceitunas, mi grano, todo lo que no pude cosechar en la primera pasada? Pero la enseñanza aún no acaba. Termina con esta línea: "Recuerden que fueron esclavos en Egipto. Es por eso que les ordeno hacer esto". Esta gente fue esclava en Egipto, y fue rescatada y liberada de la esclavitud. Este es un momento muy importante en la Biblia. Dios ha oído la súplica de estos esclavos oprimidos en la miseria de Egipto y Dios los ha liberado. Y son estos pobres y vagabundos ex esclavos del desierto quienes reciben las instrucciones acerca de qué hacer con las uvas, el grano y las aceitunas que no tienen. Pueden ver lo que Moisés está haciendo aquí. Moisés está diciendo a estos pobres, vagabundos ex esclavos en el desierto: "Las cosas no siempre serán de esta manera. Algún día, llegarán a su nueva tierra y construirán casas y se establecerán. Y tendrán cultivos y los cosecharán. Algún día, tendrán éxito. Y el peligro es que se les olvidará Egipto. Se les olvidará cómo se sintió recibir la libertad. El peligro es que se les olvidará la experiencia de la liberación". No es justo. Es mi viña, es mi campo de olivos, es mi campo. ¿Por qué debo dejar que esta gente entre a mi propiedad y se lleve por lo que trabajé tan duro para producir? Eso no es justo. Exactamente. Porque ser rescatado de la esclavitud en Egipto no fue justo. La liberación no es justa. La redención no es justa. La gracia no es justa. Dios no es justo. ¿Es este pasaje en Deuteronomio acerca de las uvas y el grano y las aceitunas? ¿Es ésta una serie de órdenes o son advertencias? Advertencias acerca de lo que sucede cuando uno pierde el sentido de la apreciación y la gratitud por lo que ha recibido. Cuando dejamos una esquina, cuando empoderamos a otros, cuando extendemos la gracia a otros durante su opresión, sea como sea esa opresión, descubrimos la gracia que Dios nos ha dado a nosotros. Entonces, cuando Jesús habla de llevarles agua a quienes tengan sed, no sólo se trata de la necesidad de hacer llegar agua a quienes lo necesiten. Se trata de ser recordados constantemente del regalo del agua que siempre hemos tenido. Para algunas personas, puede haber una pequeña posibilidad que esto tenga que ver con regalar dinero o con gastarlo de manera diferente. Pero esto tiene que ver con la verdad mucho mayor de que si no buscamos sufrimiento y hacemos algo por ello, podríamos volvernos miserables. Nuestros logros, nuestra educación, nuestra riqueza, nuestro tiempo y nuestro dinero nos traicionarán si no los compartimos. Dejamos libre una esquina porque al librar a otra persona del sufrimiento, podemos lograr ser salvados nosotros mismos de la indiferencia, de la inercia de la pasividad, de dar por sentado lo que tenemos. Dejamos libre una esquina porque nuestro mundo se está encogiendo o expandiendo. Se está contrayendo en sí mismo o se está abriendo. Nuestras vidas pueden ser más y más sobre nosotros -- más cosas más consumo sin satisfacción -- o vamos por un camino diferente. Y es por esto que Jesús habla tanto acerca de servir a otros. No era para que tuviésemos pesos insoportables de: "Ay, supongo que debo ayudar". Se trata de mantener vivas sus propias historias. Se trata de nunca olvidar lo que uno ha recibido. Que ustedes puedan ver que la gracia no es justa. La redención no es justa. La liberación no es justa. Y que extiendan esta falta de justicia a otros, descubriendo así que las sobras de uno forman la necesidad de otros. Que encuentren a alguien que necesita lo que ustedes tienen, sólo para descubrir que ellos siempre han tenido lo que ustedes han necesitado.